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El poder Aéreo en el Conflicto Salvadoreño

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    nelsonhdez0
  • 4 sept 2022
  • 39 Min. de lectura

Artículo publicado en la revista AIR POWER JOURNAL, Edición Hispanoamericana, Tercer Trimestre, 1998.

El Poder Aéreo en el Conflicto Salvadoreño

MAYOR NELSON E. HERNÁNDEZ DÍAZ, FUERZA AÉREA SALVADOREÑA



Introducción


LA CORTA historia de la aviación militar nos ha demostrado la importancia decisiva del buen uso del poder aéreo en la guerra convencional. La guerra del Golfo Pérsico nos dejó muchas enseñanzas, a tal punto que ha provocado varios cambios en la doctrina de las fuerzas armadas estadounidenses, en especial lo que se refiere al empleo de la Fuerza Aérea.


Las conclusiones y opiniones que aparecen en este artículo son del autor y han sido expresadas al amparo de la libertad de pensamiento del ambiente académico de la Universidad del Aire. No reflejan la posición oficial de los Gobiernos de los EE.UU. o El Salvador, sus Departamentos de Defensa, la Fuerzas Aéreas o la Universidad del Aire.


Pese a las sobradas experiencias, poco se ha escrito sobre el empleo del poder aéreo en la guerra de contrainsurgencia. Esto deja un vacío doctrinal, principalmente en aquellas instituciones militares que han tenido experiencias de este tipo y que corren el riesgo de verse involucradas en este tipo de lucha en el futuro.


La guerra que se libró en El Salvador entre el FMLN y el Gobierno durante la década de los 80 involucró el empleo de medios aéreos desde su inicio hasta su celebrada terminación con la firma de los acuerdos de paz en 1992. Tomando en cuenta el tipo de guerra, la intensidad del conflicto en términos de cantidades de efectivos, el tipo de armamento empleado y las extensiones geográficas involucradas, el conflicto salvadoreño no es comparable con las campañas realizadas durante la Segunda Mundial o la del Golfo Pérsico. Sin embargo, las lecciones aprendidas pueden ser valiosas, tanto desde el punto de vista táctico, como político-estratégico.


El presente artículo pretende dar a conocer las experiencias adquiridas durante el conflicto en El Salvador, haciendo énfasis en el papel que jugó la Fuerza Aérea durante el mismo. Para ello, iniciaremos haciendo una breve descripción de dos de los principales actores que participaron en el conflicto. Después presentaremos un recuento cronológico de los acontecimientos más importantes desde el punto de vista aéreo, partiendo desde principios de los ’80 hasta la firma de los acuerdos de paz entre el Gobierno y el FMLN, en 1992. Al terminar de esbozar la cronología del conflicto, concluiremos con reflexiones sobre las enseñanzas que se pueden obtener de la experiencia salvadoreña.


El lector podrá apreciar que el análisis de los acontecimientos le atribuye gran importancia al factor político. Esto se debe a las características de la guerra de contrainsurgencia (CI). En este sentido, consideramos el conflicto salvadoreño como una lucha eminentemente política por el poder, con una variable expresión militar. Por lo tanto, y con mucho más énfasis que en cualquier otra guerra, todos los planes, objetivos, acciones, victorias y derrotas militares (principalmente tácticas) deben verse desde una óptica política para encontrarle sentido.


Otro aspecto que no se nos debe escapar, estimado lector, es que sin importar el tamaño de las fuerzas o las capacidades militares de las fuerzas enfrentadas en una batalla o campaña, las lecciones recibidas son de gran importancia si se consideran los factores más importantes que intervinieron en ella.


El FMLN, el Ejército y las FAS a Principios de los 80


Antes del surgimiento del FMLN, existían varios grupos guerrilleros. Muchos de ellos eran resultado del fraccionamiento de otros, producto de las radicales diferencias ideológicas entre Maoístas, Marxista/Leninistas y otros grupos que simplemente creían en la lucha armada como único medio para la reivindicación de las grandes masas en El Salvador, estos últimos sin ninguna ideología definida.


Al principio, los grupos guerrilleros luchaban por espacios políticos en la cerrada estructura ideológica y política del Gobierno. Los fondos para la lucha provenían de actos delictivos comunes como eran los secuestros, robos a la infraestructura económica del Gobierno y a la empresa privada; también, hay que aceptar contribuciones provenientes de alguna ayuda internacional. Sin embargo, los países comunistas presionaban para repetir en El Salvador la victoria insurgente recién lograda en Nicaragua.1 Aunque los insurgentes utilizaron como bandera de lucha durante todo el decenio, los espacios políticos y la reivindicación de los derechos de las grandes masas populares, muy pronto estos objetivos se veían menos claros en la estrategia del FMLN y se convirtieron en un objetivo más sencillo: El Poder. Este último objetivo era el producto del escalamiento del conflicto, que había iniciado con la lucha de los grupos guerrilleros en forma separada, evolucionando poco a poco hasta formar un solo bloque y convertirse en una expresión más de la Guerra Fría en Latinoamérica, gracias a la intervención de las dos grandes potencias de la era.


Los cinco grupos guerrilleros principales que operaban en El Salvador se coligaron y formaron el FMLN (Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional), el cual pasaría a operar, más adelante, en estrecha relación con el FDR2 (Frente Democrático Revolucionario), siendo este último el partido político que encabezaría todas las acciones militares del “Frente” y constituiría la representación política necesaria en los países que proporcionarían las armas y los fondos para la lucha.


Dos razones principales forzaron esta coalición. En primer lugar, Fidel Castro condicionaba el entrenamiento y la entrega de armas a las distintas agrupaciones, a menos que estas se aglutinaran en un solo frente para asegurar la victoria (militar). En segundo lugar, dichas agrupaciones sufrieron una serie de “purgas” internas producidas por el radicalismo en las bases ideológicas de cada una de las agrupaciones guerrilleras. Estas purgas eliminaron a los líderes que estaban en contra de la coalición. Entre los asesinatos más sobresalientes podemos contar a la comandante Mélida Anaya Montes en Nicaragua (FPL), el intelectual Roque Dalton (ERP), el comandante Cayetano Carpio (FPL) quien “se suicidó”, y otros comandantes de alto nivel en los mandos de los grupos guerrilleros.3 Dichas purgas terminaron con las diferencias ideológicas que separaban a los cinco grupos y facilitaron la coalición. Después de las purgas internas y las presiones de Fidel Castro, el FMLN quedaría constituido, para octubre de 1979,4 por los siguientes grupos guerrilleros (facciones armadas) y sus respectivas representaciones políticas:


Después de la “Ofensiva Final” de 1981, el FMLN se consideraba estar en la tercera fase estratégica de la guerra de guerrillas de Mao Tse Tung. Las fuerzas guerrilleras se encontraban en un período en el que finalizaba su acumulación de fuerzas, con amplio apoyo del bloque de países socialistas y con capacidades militares comparables con las de la Fuerza Armada de El Salvador. El FMLN contaba con grandes cantidades de efectivos combatientes manteniendo posiciones fijas, buscando el choque directo con las unidades del ejército, con características muy semejantes a las de la infantería en una guerra convencional.


A pesar de que un alto porcentaje del avituallamiento del FMLN provenía de los países que lo apadrinaban, éste había logrado convencer a la comunidad internacional de que su lucha era “auténtica”, que representaba los intereses de las grandes masas, y que el armamento que utilizaban provenía de apropiaciones de material bélico que habían capturado del ejército durante sus enfrentamientos.


EL FMLN/FDR


Lo cierto era que la mayor parte de ese armamento provenía de los países que lo apoyaban.5 Parte de las armas que se decomisaban al FMLN eran fusiles AR-15 de fabricación norteamericana. El AR-15 no se encontraba en los inventarios de las Fuerzas Armadas de El Salvador, sino que provenía de los decomisos de Vietnam a los norteamericanos durante la guerra que sostuvieron en ese país en los 60 y principios de los 70. Sin embargo, aunque esto era fácil de comprobar en El Salvador, el FMLN encontraba extremadamente fácil falsear los hechos ante la opinión internacional, respecto a de donde venía gran parte de su fuerza. Esto le era posible, utilizando la red diplomática que mantenía en un buen número de países. Países que originalmente apoyaban; pero, que pronto abandonaban al gobierno constitucional salvadoreño, y también en aquellos otros países de corte social-demócrata o socialistas que apoyaban al FMLN. Esta estructura lograba ir aislando diplomáticamente al gobierno y aseguraba el flujo de armas y todo tipo de apoyo por parte de los países comunistas.


Desde el punto de vista militar, el FMLN pretendía “liberar” la porción oriental del país (delimitada por el Río Lempa). De alcanzar ese objetivo, el FMLN dividiría al país en dos utilizando el obstáculo natural para la defensa de la porción liberada. Esto le permitía mayor acceso logístico desde Nicaragua, e iniciar desde ahí su guerra de expansión hasta conquistar el resto del país.6 El crecimiento militar del FMLN le había costado muchas bajas al ejército, por lo que éste se preocupaba por mejorar sus condiciones en cuanto a sus escasos recursos.


La Fuerza Armada


La Fuerza Armada de El Salvador estaba (y está) constituida por las tres “ramas” principales: 7 Ejército, Fuerza Aérea (FAS) y Fuerza Naval. Por su parte, la Fuerza Armada contaba con muy pocos efectivos y con muy poca o ninguna ayuda del exterior, debido al aislamiento diplomático al que nos referimos en párrafos anteriores. Por lo menos hasta el cambio de gobierno en los EE.UU., cuando fue electo presidente, Ronald Reagan, no se visualizaban posibilidades de crecimiento, y la tarea contrainsurgente se volvía muy difícil desde el punto de vista militar. Esto sólo se puede comprender bajo la perspectiva de una fuerza guerrillera con todo el respaldo comunista, la cual presentaba una amenaza considerable a un gobierno y sus fuerzas armadas que se desenvolvían en ese cuadro sin el apoyo de la otra potencia democrática mundial.


Otro factor que contribuyó a la debilidad militar de la Fuerza Armada, fue la falta de previsión en la apreciación de la amenaza por parte de los gobiernos (salvadoreños) anteriores. Podríamos decir que al Gobierno y a la Fuerza Armada “los tomó por sorpresa” el movimiento insurgente, ya que estaban preparados para enfrentar una amenaza de carácter convencional, cuyas características son muy distintas a las que presenta una lucha de contrainsurgencia. Otro aspecto digno de considerar es que no se esperaba el escalamiento del conflicto, para lo cual se involucraba la intervención de un tercer país en apoyo a la insurgencia. Los niveles de amenaza que esas condiciones podían alcanzar no se preveían como de alta peligrosidad militar. De hecho, las actividades de la guerrilla habían sido iniciadas desde la década de los 70, con muy pocas esperanzas de éxito para lograr el poder, de no ser por la ayuda internacional. El FMLN se transformó desde lo que fueron células clandestinas desorganizadas y mal equipadas, en busca de objetivos limitados hacia la apertura política del gobierno, hasta un movimiento insurgente bien organizado y bien equipado con amplio respaldo político y económico por parte del bloque soviético.


Adicionalmente, las experiencias anteriores con actividades de guerrilla hacían creer al Gobierno que era posible contenerla y sosegarla en poco tiempo, o cuando menos mantenerla en niveles no peligrosos. Al parecer, las evaluaciones de los riesgos y condiciones de las posibles amenazas, llevadas a cabo por los altos mandos anteriores, no habían sido muy precisas.


El Ejército se encontraba en desventaja numérica y de armamento. El crecimiento del FMLN no había sido paralelo al de la Fuerza Armada y mucho menos al del Ejército. El FMLN estuvo muy cerca de lograr una victoria militar, si las condiciones que le otorgaban superioridad militar relativa se hubieran mantenido. Sin embargo, durante la primera parte de la década de los 80, el ejército creció en términos cuantitativos y cualitativos. Se crearon unidades planeadas con el propósito específico para el combate de contrainsurgencia, se reorganizaron las unidades y se dotaron del equipo necesario para el tipo de lucha que se estaba librando.


Transformación de la Fuerza Aérea


La Fuerza Aérea Salvadoreña (FAS) desempeñaba un papel bastante modesto al inicio del conflicto. Debido a los pocos recursos humanos y materiales, su participación consistía en misiones de evacuación aeromédica y abastecimiento a las unidades terrestres, así como limitadas misiones de apoyo aéreo estrecho. Pero aún con este escaso apoyo, la Fuerza Aérea demostraba un gran potencial en la realización de las operaciones.


Las tácticas antiaéreas insurgentes eran muy primitivas, pero su preocupación por neutralizar los medios aéreos era muy grande. El 27 de enero de 1982, el FMLN lanzó un ataque contra la base aérea de Ilopango. El ataque consistió en un “golpe de mano” (incursión) que causó la destrucción de casi la mitad de las aeronaves.


La inquietud por aumentar las capacidades aéreas de la FAS creció a raíz del ataque a la base de Ilopango. A partir de 1982 se dio inicio a un período de transformación de la Fuerza Aérea. Se incrementaron los recursos materiales; se cualificó y mejoró el área de mantenimiento y la tecnificación del elemento humano, elevando así la capacidad aérea en más de un 100%. Esto les daba más empuje, velocidad y movilidad a las operaciones del ejército. La transformación duró aproximadamente un año sin dejar de mostrar continuamente resultados óptimos, aún antes de terminar esta etapa. A partir de 1982, se incrementó la capacidad de vuelo con visores nocturnos (NVG). Se adiestraron muchos alumnos en el extranjero (principalmente en los EE.UU.), y se adquirieron más aeronaves que contribuirían a la transformación total de la FAS.


Entre los tipos de aparatos adquiridos por la FAS estaba el A-37, un bombardero táctico que agregaba un alto nivel de precisión en el bombardeo; el O-2, un avión de reconocimiento (artillado) que le daba flexibilidad a las operaciones aéreas, ordenando y coordinando los fuegos en misiones de Controlador Aéreo Avanzado (CAA/FAC), y el UH-1H, un helicóptero de usos múltiples, pero destinado principalmente al transporte de abastecimientos y personal, dotado con dos o cuatro ametralladoras para protección propia.


Una de las mejores características de los aparatos recién adquiridos era la interoperabilidad de sus sistemas de comunicaciones. Los equipos de radio permitían mantener contacto simultáneo con varias unidades, principalmente las del ejército. Esto facilitó el mando y control, tanto en las unidades aéreas como terrestres. Asimismo, esa comunicación facilitaba enormemente la coordinación en todos los niveles y con todas las unidades involucradas en la batalla, especialmente las unidades en tierra.


El empleo de los A-37 permitía concentrar un poder de fuego decisivo en la batalla, en uno o varios puntos y en forma muy precisa. Los aviones O-2 mantenían el vuelo prolongado sobre las áreas de operaciones, lo que permitía conocer a fondo la situación táctica, a fin de ordenar el fuego aéreo (de los A-37) en forma efectiva. Los UH-1H permitían el abastecimiento en las zonas de combate, la evacuación aeromédica y principalmente, el desembarco de combate de unidades terrestres del tamaño adecuado, en un punto determinado (asalto aéreo). Las misiones de asalto aéreo normalmente desembarcaban las tropas a cierta distancia del objetivo, el cual era tomado por las tropas de asalto después de salvar esa distancia.


La presencia de la unidad de paracaidistas, físicamente ubicada cerca de las instalaciones de la FAS, facilitaba la comunicación y la coordinación con esta unidad, la cual había crecido de dos escuadrones a un batallón, y se encontraba ubicada contiguo a la base aérea. Asimismo, fue fundada la unidad PRAL (Patrulla de Reconocimiento de Alcance Largo), que también formó parte del equipo conjunto que inició operaciones a nivel nacional en búsqueda de objetivos militares estratégicos, operacionales y tácticos.


Con la inclusión de estas modalidades en la guerra, el FMLN sufrió un desgaste militar significativo. Podemos mencionar, a manera de ejemplo, el ataque del ERP a las posiciones del ejército en el Cerro Cacahuatique, Departamento de Morazán, en el oriente del país. En 1983, las FES (Fuerzas Especiales Selectas) del ERP perdieron más de un 50% de sus efectivos cuando fue perseguida por unidades de la FAS mientras realizaba su retirada de la zona, después de golpear las posiciones del ejército y causarle grandes bajas.


Otro ejemplo lo encontramos el 28 de junio de 1984 8 cuando el FMLN (FPL) lanzó un fuerte ataque a las posiciones del ejército, aniquilando casi totalmente una unidad tamaño batallón, que prestaba seguridad en la Presa Cerrón Grande, logrando tomarse las instalaciones. Sin embargo, los guerrilleros no lograron penetrar hasta las máquinas principales, donde resistía un puesto pequeño de guardias nacionales.


La Presa Cerrón Grande es la mayor fuente de energía eléctrica del país, y una fuente muy importante para los países vecinos, por lo que el FMLN la consideró dentro de sus planes, como objetivo estratégico a tomar. El ataque a la presa tenía varios propósitos: Mostrar fuerza ante un nuevo gobierno recién instalado (El presidente Duarte había recibido la banda presidencial 27 días antes, el 1o de junio de 1984); fortalecer su imagen ante la opinión internacional como fuerza beligerante y sus futuras posiciones de negociación, y desgastar profundamente la economía nacional para facilitar la caída del gobierno.


La reacción de la FAS, gracias a las oportunas y audaces decisiones tomadas por los mandos aéreos, consistió en un asalto aéreo al amanecer. Esta vez, el comandante de la FAS introduciría un pequeño pero importante cambio de modalidad en la operación de asalto aéreo: En lugar de aterrizar a una distancia prudencial, se hizo un desembarco de tropas, “sobre las posiciones enemigas,” cerrando las posibles rutas de escape, con un preciso y coordinado apoyo de fuego de los A-37 y un O-2.

El resultado fue una sorpresa impactante para las fuerzas del FMLN, 50% de bajas fatales en su personal, una cantidad doble de heridos, y la rápida recuperación de la presa, con un costo mínimo de bajas por parte del Batallón de Paracaidistas (la unidad desembarcada). Esto constituyó una rotunda victoria para la FAS y un amargo revés en los planes del FMLN, y al mismo tiempo, una lección inolvidable.


A raíz de esta derrota, el FMLN preparó su primera emboscada aérea, simulando un fuerte ataque a la ciudad de Suchitoto en el Norte del país. Esta emboscada consistía en atraer otro asalto aéreo y recibirlo con cortinas de fuego de fusilería y ataque directo mientras las unidades aterrizaban o despegaban. En esta ocasión fueron averiados por impacto de bala un 90% de los helicópteros y hubo muchas bajas por parte de la FAS y el Batallón de Paracaidistas. Esta operación constituyó probablemente la primera experiencia planificada en la que el FMLN empleó tácticas de fusilería antiaérea.


Cabe mencionar que ya existían documentos que daban a conocer la preocupación del FMLN por tecnificar sus cuadros en las tácticas antiaéreas (de fusilería). Estos documentos integraban las enseñanzas antiaéreas de los países comunistas junto con las experiencias propias del FMLN en los últimos tres años de lucha.



En ese mismo año, a raíz de la nueva modalidad en la conducción táctica por parte de la Fuerza Armada, especialmente los golpes causados por las acciones de la FAS, el FMLN se vio obligado a cambiar su “Concepción Estratégica, iniciando un retroceso de la guerra de posiciones de Mao, hacia una diferente modalidad de GPP (Guerra Popular Prolongada). Este nuevo enfoque en las operaciones consistiría en golpes continuos y sistemáticos a la economía nacional, ataques y hostigamientos de poca envergadura contra unidades de la Fuerza Armada, en coordinación con las actividades de masas. Todas estas actividades debían regirse por el efecto que podría lograrse de ellas, en combinación con las condiciones políticas nacionales e internacionales. Por ejemplo, un ataque contra una sección (pelotón) del Ejército no tendría gran efecto en el contexto militar, pero si se realizaba en combinación con la visita de personajes importantes para el Gobierno o para el FMLN, una buena cantidad de actividades de protesta (marchas, pinta y pega), con amplia cobertura por los medios de comunicación nacionales e internacionales y acompañada por la caída de un buen número de torres eléctricas, cajas telefónicas, puentes y otros fundamentos de la infraestructura económica, el efecto de todas estas actividades descreditaba al Gobierno y elevaba la imagen beligerante del FMLN y su credibilidad a nivel internacional, resultando en mayor apoyo de los países socialistas hacía el FMLN y, en alguna medida, la reducción del apoyo para el Gobierno. Todas estas actividades eran conducidas bajo los principios de “Continuidad, Simultaneidad e Integralidad”.


El FMLN también comprendió la importancia de la neutralización de la FAS como elemento indispensable, tanto para obtener victorias militares en sus operaciones como para mantener la moral en sus filas.


Nuevo Cambio En La Fuerza Aérea


Durante el último semestre del 84, la FAS experimentó en los helicópteros UH-1H el uso de los lanzacohetes que normalmente eran llevados por los aviones. Se trataba de un sistema improvisado en los talleres de mantenimiento; muy sencillo, pero que resultó muy efectivo. Los helicópteros Hughes 500 ya existentes fueron también artillados, para formar, junto con los UH-1H “coheteros” (o “rocketeros”) un equipo de búsqueda que se agregaba a las tácticas aéreas. Este equipo hizo surgir las misiones “relámpago”, que consistían en buscar reductos guerrilleros, manteniendo comunicación permanente con el mando aéreo y solicitando un apoyo que podía consistir en un asalto aéreo o bien un bombardeo de punto. Era una combinación de una misión de reconocimiento ofensivo, con características de misiones de ataque.


En abril de 1985, en una de estas misiones relámpago se efectuó la captura de la excomandante del PRTC, Nidia Díaz.10 La entonces comandante merodeaba por uno de los santuarios que el FMLN deseaba mantener en las inmediaciones del área central del país, junto con otros siete combatientes, quienes murieron en el combate.


A la comandante se le decomisó, entre otros documentos, un panfleto que contenía la descripción técnica y las instrucciones de operación de un misil antiaéreo que ellos llamaban “flecha” C-2M, que resultó ser el misil antiaéreo conocido como SA-7 (o SAM 7). Dicho documento había sido elaborado en español para el FMLN por alguno de los países que lo apoyaban, después de traducir el manual soviético, y estaba destinado para servir de guía a los futuros misileros. Desde esta fecha, el FMLN lanzó los primeros rumores de la existencia de misiles en el país, probablemente con dos propósitos: levantar la moral de sus combatientes y/o ejercer presión psicológica sobre la FAS.


El ejemplo anterior es sólo una muestra de los magníficos resultados obtenidos por la FAS con los cambios introducidos en sus tácticas. La preocupación del FMLN por neutralizarla siguió en aumento, llegando al grado en que sus documentos contemplaban planes de asesinato11 (ejecución) de los pilotos, ya que manejaban la tesis de que era mucho más difícil reponer un piloto que una aeronave. También hubo planes y aún intentos de ataque contra las instalaciones de la base de Ilopango, pero las medidas de seguridad se hacían cada vez más estrictas en la base, y como resultado, estos intentos nunca trascendían, limitándose a servir como elementos propagandísticos moralizadores.


Para este año, la FAS había triplicado la cantidad de recursos materiales y humanos, así como sus medidas de defensa en la base aérea, lo cual se convertía en una verdadera pesadilla para los planes del FMLN.


Además del cambio en las tácticas por parte de la FAS, y a raíz de los resultados obtenidos, la FAS adquirió también helicópteros UH-1M, que reemplazaban a los coheteros improvisados, así como un número mayor de helicópteros Hughes 500, para aumentar el poder de combate en las misiones relámpago. También, fueron modificados los aviones C-47, que normalmente sirven para misiones de transporte, artillándolos para participar en apoyos de fuego aéreo, con más tiempo de sobrevuelo, mayor capacidad para vuelo nocturno, gran precisión y poder de fuego.


El período que siguió a 1985 marcó los intentos del FMLN para adaptarse a las condiciones que la Fuerza Armada, especialmente la FAS le había impuesto, ya que se encontraba definido un claro y desfavorable, pero no decisivo, desequilibrio militar.


La Fuerza Aérea inauguró la Base Aérea Comalapa en 1986. Los planes de abrir dicha base datan de los años 70; pero, las condiciones económicas no habían permitido su realización. La situación del conflicto empujó la reactivación de la construcción, tanto para comodidad como para seguridad operacional.


Las unidades del ejército se tecnificaban aún más en cómo dirigir el fuego aéreo, reduciendo en forma notable los daños colaterales, sus repercusiones políticas, y aumentando la precisión y efectividad del apoyo aéreo.


La función de Inteligencia también fue mejorada a nivel nacional, por lo que se logró aumentar la cantidad y calidad de golpes contra el FMLN, basados éstos en oportuna y precisa inteligencia, aún sin la presencia de las tropas.


La readecuación estratégica del FMLN consistió no solo en dividir sus fuerzas y regresar a la primera fase de guerra de guerrillas, sino que también comprendió (por fuerza) que una insurgencia es una lucha política; recapacitando en que la vía hacia la victoria para la toma del poder era “la explotación de las contradicciones políticas dentro del bloque de Poder”.12


En pocas palabras, introdujeron de nuevo la tesis insurreccionalista, encaminando las victorias de los objetivos militares, hacia un desequilibrio en la correlación de fuerzas, que hacía predominar al factor político. Pero esto es más fácil decirlo que hacerlo. A1 FMLN le tomó por lo menos dos años lograr cambios substanciales, antes de percibir algunos resultados, los que no fueron obtenidos sino hasta 1986.


El FMLN sufrió deserciones en grandes números, en los diferentes niveles del mando, lo cual reflejaba una profunda desintegración dentro de sus filas, producto de las contradicciones internas generadas por la falta de madurez política y la ineptitud y ambiciones de poder de sus mandos.


El factor aéreo había contribuido eficazmente en el desequilibrio militar en el que se encontraba el FMLN, viéndose éste en la necesidad de hacer algo para disminuir sus efectos del apoyo aéreo en las operaciones. La Inteligencia Militar se percató de que el enemigo estaba preparándose para introducir nuevas tácticas antiaéreas, éstas consistían en el empleo de nuevos dispositivos de combate, y la aparición de miras especiales de fabricación casera, que se podían adaptar a los distintos tipos de fusil, a fin de convertirlos en armas antiaéreas. Por supuesto, estas técnicas no constituían una evolución que surgía de la iniciativa y del análisis técnico del FMLN, sino de las enseñanzas antiaéreas de los países comunistas que lo apoyaban.


Dicho de otra forma, el FMLN logró comprender cuándo, cómo y dónde atacar las aeronaves para neutralizarlas o destruirlas durante las operaciones. A principios de 1989 apareció el fusil Dragunov, un arma de fabricación soviética, inicialmente diseñada para el uso de los francotiradores. Esta vez, el FMLN los utilizaría principalmente como arma antiaérea de precisión.


A pesar de los rumores de la existencia de misiles en el área no se había reportado ningún disparo de éstos, ni mucho menos aeronaves derribadas, lo que confirmaba la segunda posibilidad del propósito de los rumores (guerra psicológica) sobre la existencia de los misiles, por lo menos hasta esa fecha.


Como resultado del diálogo iniciado por el presidente Duarte, el FDR (Frente Democrático Revolucionario), se separó del FMLN y se reintegró a la vida social y política del País, con plenas garantías de amnistía por el Gobierno. Los miembros del FDR declararon su separación del FMLN. Posteriormente formarían un nuevo partido político para participar en las próximas elecciones. Dicho partido tomaría el nombre de Convergencia Democrática y sus líderes principales eran Mario Aguiñada Carranza y el Dr. Rubén Zamora.


La importancia de esta separación radica en la desaparición del partido político que respaldaba las acciones del FMLN, quedando solo la estructura militar. La C.G. (Comandancia General) estaba formada por los líderes de cada una de las cinco agrupaciones del FMLN. Esta comandancia tomaría las responsabilidades que un día compartían el FDR.


La Ofensiva de 1989


El 1º de junio de 1989 tomó posesión de su cargo un nuevo presidente, el Licenciado Alfredo Cristiani. El objetivo principal de su programa de gobierno fue: terminar con la guerra. Con ese anhelo se propuso llevar al FMLN a la mesa de negociaciones. Esta vez, el proceso de negociaciones estaría respaldado por las Naciones Unidas.


Las condiciones políticas en que se veía el FMLN no eran muy alentadoras. La caída del comunismo era evidente y los países que lo apoyaban con armamento, entrenamiento y fondos comenzaban a abandonarlo y a condicionar su apoyo con la mesa de negociaciones. El FMLN aparecía ante la comunidad internacional como una fuerza guerrillera que no contaba con el verdadero apoyo del pueblo, prueba de ello era el fracaso en lograr el poder después de casi 10 años de lucha armada y de agitación, con todo el apoyo del bloque socialista. El FMLN enfrentaba un dilema en su concepción estratégica: En primer lugar, la victoria militar ya no era posible, dada la superioridad numérica, material y profesional de la Fuerza Armada. En segundo lugar, la sincera voluntad política del Gobierno al buscar el respaldo de las NN.UU. lo obligaba a sentarse en la mesa de negociaciones en condiciones de debilidad política y militar.


El 11 de noviembre de 1989, unas horas después de abandonar la mesa de negociaciones, el FMLN lanzó una ofensiva militar que probablemente tenía uno de los siguientes objetivos, o una combinación de ellos: Elevar su imagen ante la opinión internacional y proclamar un “Empate Militar” en futuras negociaciones, distraer la atención de la situación política en Nicaragua y generar las condiciones para una posible insurrección.


La Inteligencia Militar conocía la convicción de los cuadros en los niveles medios del FMLN antes de la ofensiva. Estos mandos estaban al tanto de su inferioridad militar, tanto profesional como numérica, factor que les impediría la victoria militar durante la ofensiva. La Inteligencia Militar también conocía las fechas posibles para la ofensiva, entre el 10 y el 15 de noviembre.


Sin embargo, se esperaban ataques contra unidades militares, desconociendo los objetivos principales a golpear por parte de la guerrilla. La ofensiva del 81 se había caracterizado por ataques contra las sedes de las guarniciones militares principales en el país, combinados con la sedición al interior de dichas unidades y esta vez también se esperaba el mismo patrón de ataques.


El FMLN, por su parte, tenía otros planes. Se limitó a “tomarse” las colonias y los barrios densamente poblados al Norte, Nordeste, Este y Sureste de la capital, para provocar una reacción indiscriminada por parte de la Fuerza Armada y dejar así a la gente una sola opción: la Insurrección. El FMLN jugaba sus cartas a la posibilidad del apoyo popular, que resultaría por causa de la “represión” por parte de la Fuerza Armada, principalmente de los “bombardeos indiscriminados” de la Fuerza Aérea, de los que habían hecho sobrada propaganda, tanto nacional como internacionalmente. Dicho apoyo crecería alimentándose del descontento popular, hasta culminar en una insurrección, para lo cual el FMLN estaba completamente preparado. Parte de esa preparación consistía la introducción clandestina de grandes cantidades de armamento a la capital, suficiente para proporcionar a la población “levantada” las armas necesarias para la esperada insurrección.


A pesar de la abundante documentación decomisada al FMLN, no aparecía ningún plan de ataque contra los medios aéreos ni contra guarniciones militares. El primer día de la ofensiva, el cuartel central de la Guardia Nacional en el centro de la ciudad fue atacado con unas siete granadas de mortero de 81 mm, cuatro de las cuales hicieron impacto en unas casas aledañas al cuartel. La Base Ilopango también recibió un ataque similar, en el que una granada dañó el dormitorio de la estación de bomberos sin ninguna baja y el resto de granadas hicieron impacto en la rampa internacional sin hacer impacto en ninguna aeronave. Fuera de estos dos ataques que recibieron amplia cobertura propagandística (con exageración de detalles) a nivel internacional, no hubo ningún ataque a unidades militares.


El FMLN había logrado gran parte de su objetivo. El objetivo político de mostrar presencia en la capital y cabeceras departamentales había sido cumplido, generando una imagen de asedio por parte del FMLN como una fuerza considerable, contra un Gobierno y una Fuerza Armada a la defensiva. En el Hotel El Salvador Sheraton, el entonces Secretario General de la OEA, Joao Baena Soares, también se convirtió en un objetivo militar. El FMLN intentó entrar en el hotel para secuestrarlo y contar con un nuevo elemento de presión política en la mesa de negociaciones. De no ser por la rápida acción de la Fuerza Aérea y del Grupo de Operaciones Especiales, Baena Soares hubiera sido secuestrado durante la ofensiva. Aunque el intento de secuestro no tuvo éxito, sería muy bien explotado a nivel propagandístico y diplomático.


En cuanto a la reacción que el FMLN esperaba de la Fuerza Armada, el FMLN apreció mal sus capacidades, principalmente las de la Fuerza Aérea, ya que no hubo ni ataques, ni mucho menos bombardeos indiscriminados. Las unidades terrestres habían alcanzado un nivel óptimo en las técnicas de dirección de fuego aéreo, así como la madurez política relativa, como para darle prioridad a aminorar los daños colaterales en los civiles. Los daños colaterales (que fueron minúsculos) no alcanzaron el nivel que el FMLN calculó, como para provocar la insurrección. La Fuerza Aérea (factor decisivo en la ofensiva) había alcanzado un alto grado de experiencia en la precisión del fuego aéreo y en la coordinación con las unidades en tierra. Grandes masas de gente abandonaban las zonas de batalla con la ayuda de la Cruz Roja y proporcionaban valiosa información sobre las posiciones de los guerrilleros. Si bien es cierto que hubo incidentes que resultaron en daños colaterales, éstos fueron mínimos y no alcanzaron a ser los que esperaba el FMLN para sus calculados propósitos. La Fuerza Aérea constituyó el obstáculo que hizo la diferencia entre la victoria y la derrota durante esta ofensiva. El FMLN perdió por lo menos a un tercio de los tres mil combatientes que entraron a la zona metropolitana, y tuvo por lo menos igual cantidad de heridos, los que fueron evacuados antes de finalizar su incursión.


Durante el transcurso de la ofensiva, el FMLN percibió el desequilibrio de fuerzas y se percató de la posibilidad de una victoria militar, si se eliminaba el factor aéreo. Debía neutralizar a la FAS por lo menos temporalmente para lograr una mejor posición en la mesa de negociaciones o para empujar una victoria militar parcial. El 25 de noviembre se estrelló en el oriente del país un avión Cessna 310, con matrícula nicaragüense, que transportaba un cargamento de 24 misiles SA-7 (norcoreanos), y un misil Redeye, de fabricación norteamericana. La tripulación de este avión (cuatro salvadoreños y dos oficiales del Ejército Popular Sandinista) murió en el accidente.13 Las investigaciones del accidente revelaron que una de las causas principales había sido la mala planificación en el rendimiento del combustible. Ese mismo día fue detectado otro avión unos 50 Km al oeste de donde se había estrellado el primero. Este avión fue quemado después de aterrizar, y se presume que traía un cargamento similar al anterior.


Estos dos aviones constituían un tardío refuerzo que venía a romper el desequilibrio militar generado por 1a FAS. Al mismo tiempo, el refuerzo lograría un impacto moralizador en las filas del FMLN, que veían muy cerca la victoria, de no ser por los helicópteros y los aviones.


También se presume que las tripulaciones, tanto la que murió en el accidente como la que aterrizó en La Paz, eran los elementos que poseían el entrenamiento y experiencia en el empleo de los misiles, aunque esto no era admitido por el FMLN.


Las implicaciones políticas de escalamiento del apoyo extranjero, con la aparición de estos costosos misiles en el área, ya no era un factor preponderante como para evitar que el FMLN los obtuviera. Esto se confirmaba también por el decomiso de cantidades exorbitantes de armamento soviético en la zona metropolitana, antes, durante y después de la ofensiva.


Pero aún con la aparición de los misiles SA-7 y los primeros disparos reportados, la FAS siguió operando en los mismos niveles anteriores. La ofensiva concluyó con una clara derrota militar para el FMLN.


Una Nueva Ofensiva


En enero de 1990 se comenzaron a escuchar rumores sobre la aparición de un nuevo tipo de misil, el SA-14, y sobre posibles trasiegos que traían dichos misiles para su participación en el conflicto. E1 SA-14 era una versión más moderna y refinada del SA-7b y presentaba una mayor cantidad de ventajas en comparación con éste y, por supuesto, hacía escalar el nivel de amenaza para la FAS.


Las pláticas con el Gobierno habían sido reanudadas, pero era necesario para el FMLN mantener presión militar para estar fuerte en la mesa. El 20 de noviembre de 1990, el FMLN lanzó una nueva ofensiva militar, probablemente con el propósito de obtener una mejor posición política hacia las pláticas de paz con el gobierno y al mismo tiempo, romper ese desequilibrio militar y psicológico que los había doblegado desde el inicio del conflicto y que se hizo tan marcado durante la ofensiva del ‘89. Durante esta última ofensiva, fueron reportados 9 misiles disparados, desconociéndose de qué tipo, en los primeros dos días.


E1 22 de noviembre fue decomisado en el oriente del país, un tubo de misil SA-7 y uno de SA-14, ambos ya disparados. Esto constituyó la primera prueba de la existencia del SA-14 en manos del FMLN.

El 23 de noviembre fue derribado un avión A-37 de la FAS mientras cumplía una misión de apoyo aéreo a las unidades del ejército en el oriente del país. E1 resultado fue el avión destruido y uno de los pilotos muerto. El ataque a las unidades de infantería sólo fue un señuelo para atraer un apoyo aéreo hacia las condiciones que favorecían un disparo exitoso de misil. Esta era una nueva modalidad de emboscada aérea que involucraba el empleo de los misiles. La estratagema fue más de carácter ofensivo que de Defensa Aérea, ya que hablamos en términos básicos, de una provocación de la acción deseada, para luego generar una contra respuesta ofensiva. Por primera vez en muchos años, el FMLN había logrado tomar la iniciativa militar. Esta vez, los insurgentes tenían un objetivo político definido: Fortalecer su posición en la mesa de negociaciones.


En menos de 15 días, el 4 de diciembre, fue derribado un avión AC-47 con un misil SA-14 mientras cumplía otro apoyo aéreo a unidades al Norte del país. Este derribamiento fue admitido por el FMLN, así como el empleo del SA-14, con amplia connotación propagandística.


La iniciativa del FMLN provocó una reflexión en el empleo táctico del poder aéreo; las misiones diurnas fueron limitadas, pero no suspendidas; la mayoría de misiones de la FAS se cumplieron durante la noche, a fin de evadir la amenaza. Esto se sumaba a las tácticas que consistían en la búsqueda, identificación y evasión visual por parte de los pilotos, y a las contramedidas de carácter técnico, que consistían en aparatos que engañaban los sistemas de seguimiento infrarrojo de los misiles.


Al principio, el FMLN ubicó sus misiles en las llamadas retaguardias estratégicas e intermedias, a fin de utilizarlos en la defensa de estas áreas geográficas, con algún concepto de Defensa Aérea. Pero era obvio que, si entraban en la defensa de posiciones, regresaban a las condiciones que años antes había sido probada como errónea. Esto fue lo que los indujo a utilizar los misiles en las operaciones puramente ofensivas, acomodando éstas a las condiciones que más favorecieran el éxito. La situación política del momento, la disposición militar del ejército, las pláticas de negociación entre el Gobierno y el FMLN, y aún las condiciones meteorológicas, eran limitantes para el empleo de los misiles. Por ejemplo, podemos notar que durante el tiempo que transcurrió desde el accidente del avión con misiles en el oriente del país, hasta el inicio del ‘90, hubo muy pocos disparos de misil reportados, y ningún derribamiento.


Los misiles constituían un “as en la manga” que el FMLN reservaba para alcanzar objetivos estratégicos, coincidentes con la necesidad de fortalecer posiciones en la mesa de negociación.


La FAS aún proporcionaba apoyo aéreo diurno con ciertos cambios de carácter táctico, la mayoría de éstos se basaban en los conocimientos sobre las vulnerabilidades técnicas de los misiles. Esto hizo que el FMLN se preocupara más por neutralizar el efecto de estos cambios.


A finales de 1990, el FMLN cambió su nombre por el de “Ejército Nacional para la Democracia (END)”, proclamando el abandono de la teoría marxista como base filosófica de sus acciones. Este “cambio de nombre” obedecía a una estrategia en que el FMLN pasaba a ser un frente político (o partido), con el respaldo militar de un ejército (el END). Hubo gran actividad de propaganda por parte del FMLN, respecto a ese cambio de nombre; incluso hubo hasta “ascensos” de sus miembros, dándoles grados militares como en cualquier ejército regular.


Esto, por supuesto, surgió como efecto de la caída del Comunismo Internacional, situación a la cual el FMLN se debía adaptar rápidamente, y con este cambio de nombre generaba una imagen que no se relacionaba con las corrientes comunistas, sino por el contrario, con corrientes prodemocráticas. Adicionalmente, esto también aparentaba llenar ciertos requisitos legales para convertirse en un “beligerante” ante los ojos de las ONU.


Ya para inicios de 1991, había indicios de la existencia del SA-16, un nuevo misil que presentaba un mínimo de vulnerabilidades técnicas y una efectividad superior, ya que era de la última generación de misiles superficie-aire (SAM), disparados desde el hombro, que los soviéticos habían perfeccionado.


El 2 de febrero de 1991, después de algunas presiones políticas del Gobierno, el FMLN tuvo que entregar siete misiles SA-7 y diez misiles SA-14 al gobierno de Nicaragua, después que éste los encontrara faltando de los almacenes de guerra del Ejército Popular Sandinista (EPS). Esto constituyó un escándalo político, ya que el FMLN había gastado muchos esfuerzos diplomáticos y propagandísticos, a fin de convencer a la comunidad internacional de que los misiles que poseía eran “comprados a otras fuentes” y no a gobiernos o instituciones. También sirvió de prueba sobre la supuesta intervención sandinista en el conflicto salvadoreño.


E1 12 de marzo fue derribado un helicóptero UH-1M, mientras se dirigía hacia una zona donde efectuaría un apoyo aéreo (diurno). Este incidente obligó a los mandos aéreos a fortalecer sus contramedidas, entre las cuales figuraban cambios de tácticas y equipos más modernos y adecuados para ser usados en los helicópteros.


Definitivamente, el FMLN había logrado reducir la efectividad de la FAS, obteniendo cierta ventaja operacional. Esto no hizo que la efectividad total a nivel Fuerza Armada sufriera una reducción considerable. El ejército también supo absorber este cambio, utilizando al mínimo indispensable el apoyo aéreo, y echando mano de los recursos terrestres para el apoyo. Pero esto tomó algún tiempo, desde que fue derribado el primer avión hasta mediados de 1991.


Estaba claro que había determinación por parte de la Fuerza Armada para continuar operando con la misma intensidad, sin reducir sus capacidades, y el FMLN lo sabía. El escalamiento de la guerra era evidente. El FMLN contaba con un arma semimoderna que no se asociaba normalmente con una insurrección popular genuina, pero sí le ofrecía otro giro a la guerra, dándole matices de guerra convencional.


Aunque el FMLN había hecho girar el rumbo de la guerra, no la definía militarmente a su favor. Sin embargo, tenía una ventaja estratégica temporal, utilizable en la mesa de negociaciones.


E1 12 de agosto fueron decomisadas cuatro baterías para misil SA-16, en el área del Cerro Guazapa. El hallazgo confirmó la presencia de este tipo de misil en el área. Posteriormente fueron mostrados unos videos donde aparecía un combatiente no identificado, portando uno de estos misiles. El FMLN pretendía obtener una victoria psicológica contra la FAS, aún antes de iniciar el empleo de este misil.


La existencia de misiles superficie-aire sacaba a la luz la calidad y cantidad de armamento soviético que el FMLN estaba recibiendo. Además de las decenas de miles de fusiles y otros tipos de armas, los misiles representaban un apoyo logístico decidido para el FMLN, por parte de sus bienhechores. Con centenares de misiles en su inventario, se hacía más difícil para el FMLN convencer al mundo de que su lucha era genuina y por “los intereses de las mayorías populares”, como lo había hecho durante más de diez años, y se confirmaba más la intervención extranjera, la cual también había negado durante más de diez años. Dada las condiciones políticas, esto ya no significaba un problema. El objetivo consistía en lograr la mayor ventaja posible en las negociaciones, y para esto, el FMLN agudizaba las campañas militares, con menos atención a las pruebas de la intervención extranjera.


El 21 de agosto se encontraron tres misiles SA-14, dos misiles Redeye (de manufactura norteamericana) y un misil SA-7 en una casa de seguridad con fachada de venta de llantas, en una colonia céntrica de San Salvador. Esto sucedió mientras el FMLN todavía mantenía negociaciones con el Gobierno. La razón de la presencia de estos misiles en la zona metropolitana representaba las intenciones de su uso en una nueva ofensiva en la capital o su posible movimiento en ruta hacia una de las “retaguardias”, para ser utilizados posteriormente.


Los Acuerdos de Paz


Los Acuerdos de Paz entre el Gobierno y el FMLN fueron firmados el 16 de enero de 1992, dándole con esto un fin salomónico a la guerra.14 El FMLN no logró su objetivo político principal de lucha: El Poder. Sus posiciones se flexibilizaron luego para exigir “cuotas de poder”, hasta que se conformó con la libre participación (como cualquier otro partido) en la vida política del país. Además, en un principio, otro de sus objetivos principales era la desaparición de la Fuerza Armada (y lo sigue siendo), aflojando después su posición en la negociación, alegando la “fusión” de los dos ejércitos. Finalmente, el ejército Nacional para la Democracia (recién bautizado) tuvo que desaparecer como resultado de los acuerdos, quedando el partido político, FMLN como representante.


Esto no significa que el FMLN haya abandonado su lucha por el poder, sino que, forzadamente, ha tenido que abocarse a la vía política para buscarlo. Este era el objetivo implícito principal del Gobierno, desde los inicios del conflicto.


Después de la firma de los acuerdos, hubo un período relativamente corto y tranquilo, en el cual hubo pocas confrontaciones políticas y en el que cada parte inició el cumplimiento de sus respectivos compromisos adquiridos en los acuerdos y, aunque existieron tropiezos, no se suscitó ninguna crisis que no fuera superable por la vía pacífica. La ONU envió una misión de observadores (ONUSAL) tanto militares como civiles, para verificar el cumplimiento de los acuerdos.


A pesar de la firma de los acuerdos de paz, el FMLN no abandonó su “as en la manga”. Aunque recibió presiones para entregar su armamento, especialmente el “armamento moderno” (misiles), el FMLN se las arregló para presentar inicialmente un número muy reducido de éstos. Posteriormente, a finales de noviembre de 1992, tuvo que admitir que poseía más, completando así (según ellos) el inventario total de misiles en su poder. El 3 de mayo de 1993 estalló aparentemente en, un barrio central en un país vecino, un “buzón” (arsenal) clandestino del FMLN en el que había, entre una notable cantidad de armas, diez misiles SA-14 y nueve misiles SA-7 (19 total).15 Esto sucedió mucho después de la destrucción “total” del armamento que el FMLN había accedido efectuar, como parte de los acuerdos, y que había sido verificada por ONUSAL. Esto le trajo problemas políticos al FMLN, tomando en cuenta que la fase de verificación de entrega de armamento ya había concluido y que el FMLN ya se encontraba preparando la vía para su participación en las elecciones de 1994.


Conclusiones


Antes de 1982, las organizaciones guerrilleras se encontraban dispersas, luchando en forma independiente y con diferentes conceptos e ideologías políticas. Dichas organizaciones iniciaron su lucha por objetivos limitados y específicos, como la apertura de espacios políticos dentro de la cerrada ideología del gobierno y cambios en el sistema económico. Gracias al apoyo comunista internacional, encabezado por Fidel Castro, las organizaciones guerrilleras se unieron y formaron un “frente unido” (FMLN/FDR) con un nuevo objetivo: EL PODER. En este momento, el conflicto inició una escalada, convirtiendo rápidamente al FMLN en una fuerza guerrillera con magnitud y características de fuerzas regulares o convencionales, poniendo en apuros a la Fuerza Armada, principalmente al Ejército y también al Gobierno.


Ante la creciente y visible ayuda internacional que recibía el FMLN, el Gobierno de El Salvador buscó ayuda de otros países, de los cuales, los EE.UU., a través de la administración Reagan, se convirtieron en su aliado más fuerte.


La alianza salvadoreño-norteamericana permitió que la Fuerza Armada creciera y alcanzara la magnitud necesaria para contrarrestar la amenaza militar que presentaba la alianza FMLN-Países Comunistas contra la supervivencia del Gobierno y el Estado Salvadoreño. Como parte de este crecimiento, la FAS también creció rápidamente, como producto de las crecientes necesidades tácticas, principalmente de Apoyo Aéreo Estrecho, Asalto Aéreo y otras necesidades de Apoyo de Servicio de Combate de las fuerzas de superficie. Dicho crecimiento produjo una importante contribución en la batalla.


Las nuevas capacidades de la FAS le permitieron a la Fuerza Armada evitar que el FMLN tomara el poder político durante todo el conflicto, forzándolo a regresar a la segunda fase de guerra de guerrillas: Una fuerza guerrillera operando, con unidades relativamente pequeñas, bajo el concepto de Guerra Popular Prolongada, pero incapaz de presentar una amenaza militar directa lo suficientemente fuerte como para derrocar al Gobierno.


Como producto de las primeras negociaciones del gobierno del presidente Duarte, el FMLN se separó del partido político que lo respaldaba (FDR), a fin de que este último entrara en los nuevos espacios políticos que, sin darse cuenta, el FMLN había logrado, pero negándose unilateralmente a abandonar su lucha por el poder. El FMLN mantuvo este comportamiento militarista hasta que el presidente Cristiani lo forzó a sentarse en la mesa de negociaciones, desde el inicio de su administración.


El FMLN tuvo que cambiar sus objetivos nuevamente y buscar, una vez más, aperturas que le permitieran reincorporarse a la sociedad, pero con ganancias políticas por la vía democrática. Era obvio que, después de casi diez años de lucha sin éxito y dadas las escasas probabilidades de seguir recibiendo ayuda internacional, el FMLN no iba a lograr una victoria militar por el poder político. Sin embargo, a través de un empuje en el ámbito militar, podría artificiar una imagen de fuerza beligerante y lograr mejores condiciones de negociación.


La ofensiva de 1989 constituyó un medio para lograr un fin político. Dicha ofensiva no esperaba una victoria militar, sino un impacto propagandístico que tuviera un efecto a nivel diplomático. Pese a que las fuerzas guerrilleras sufrieron un gran desgaste militar sin lograr la victoria, el objetivo principal fue logrado. El solo hecho de haber introducido sus fuerzas en la capital y otras cabeceras departamentales le aseguraba el logro de su objetivo: La iniciativa estratégica en la mesa de negociaciones. Esto debe ser visto con un lente político y no militar. Muchas concesiones fueron logradas a nivel diplomático como producto de este empuje. Sin embargo, la ofensiva también tenía un objetivo militar: Lograr una respuesta indiscriminada de la Fuerza Armada en contra de la población, a fin de que ésta no tuviera otra opción más que la insurrección. Es muy difícil evaluar hasta qué punto el FMLN creía en esta posibilidad o simplemente fue la retórica que empleó para hacerle creer a sus mandos medios en una posibilidad de victoria militar y mantener la moral. Lo cierto es que, a pesar de los argumentos del FMLN, este objetivo no fue logrado. La respuesta de la Fuerza Armada no fue indiscriminada, las evacuaciones masivas de la población y su colaboración con información a la Fuerza Armada no sólo le demostraron al FMLN lo lejos que estaba de obtener el apoyo popular, sino también le permitió a la Fuerza Armada operar con gran precisión en el combate urbano, con la intervención “quirúrgica” de la FAS.


El surgimiento del Ejército Nacional para la Democracia (END) obedeció a la necesidad de un ejército que aparentaría cumplir con algunos requisitos de derecho internacional16 para lograr el reconocimiento como fuerza beligerante, mientras que la cúpula del FMLN se convertía en el partido político que hacía falta desde mediados de los 80. La declaración del FMLN de abandonar la teoría marxista como base filosófica de sus acciones constituyó un aporte más a la nueva imagen del END/FMLN ante la opinión internacional.


Las acciones ofensivas del 90 y 91 tuvieron prácticamente la misma modalidad, con menor intensidad, pero con un nuevo ingrediente: los misiles antiaéreos. La introducción de estos misiles rompería, momentáneamente, el desequilibrio militar que desfavorecía al FMLN. La Fuerza Armada, principalmente la FAS, tardo más de seis meses en elaborar y aplicar las medidas necesarias para contrarrestar completamente la amenaza de los misiles, dándole suficiente tiempo y libertad de acción político-diplomática al FMLN en la mesa de negociaciones. El FMLN declaró unilateralmente un “empate militar” para lograr más concesiones a nivel político-diplomático. El FMLN nunca usó los misiles para establecer “santuarios” defensivos, sino para lograr victorias tácticas, traducidas en derribamientos de aeronaves, que serían explotadas a nivel propagandístico y diplomático.


Finalmente, el FMLN firmó los acuerdos de paz en 1992, comprometiéndose a entregar sus armas, no sin antes lograr concesiones que le aseguraran su participación y le prepararan el camino para lograr el poder político (por la vía electoral). Irónicamente, su objetivo aún es lograr el poder, al igual que cualquier otro partido político, pero ahora utiliza medios no militares para lograrlo.


El centro de gravedad estratégico del FMLN no era el apoyo de la población, como se pregona en algunos escritos sobre guerra de insurgencia. El centro de gravedad estratégico estaba en el apoyo diplomático, político y logístico que el FMLN recibía de los países comunistas. Sin ese apoyo, la lucha insurgente nunca hubiera crecido hasta el punto de volverse una amenaza para la supervivencia del Gobierno Salvadoreño. Sin embargo, se puede decir que para el Gobierno si se puede pensar en el apoyo popular como el Centro de Gravedad estratégico. En los momentos en que el FMLN contaba con cierta superioridad militar y el Gobierno se encontraba aislado diplomáticamente, aun del apoyo norteamericano, el pueblo no se lanzó a las calles a proclamar una victoria insurgente, lo cual era el objetivo principal de los insurgentes.


Es posible que, durante los verdaderos inicios del conflicto, cuando las organizaciones guerrilleras gozaban de un amplio apoyo popular y luchaban por espacios políticos y todavía existía una segregación política avalada por el gobierno, el centro de gravedad del FMLN hubiera estado en el apoyo de la población. Sin embargo, desde que las organizaciones guerrilleras se unieron para crecer y formar el FMLN, con el apoyo del bloque de países comunistas y cambiaron su objetivo de lucha por EL PODER, su centro de gravedad estaba constituido por el apoyo que recibía de dichos países. Tres ejemplos apoyan la anterior tesis: Primero, su incapacidad de lograr una victoria militar durante más de diez años de lucha, con el descomunal apoyo logístico y de entrenamiento que recibía en Cuba, la Unión Soviética, Nicaragua y otros países de corte socialista. Segundo, el comportamiento, en su mayoría neutral, de la población durante todo el conflicto, el cual se volcó definidamente hacia la Fuerza Armada durante las ofensivas “finales” o “hasta el tope”. Tercero, la falta de atención del FMLN a estas indicaciones de falta de apoyo popular, en busca de mejores posiciones de negociación, principalmente después del ’89.


La solución al conflicto se dio gracias a que las condiciones a nivel internacional le reducían el tiempo al FMLN, y a las oportunas decisiones tomadas durante la administración del presidente Cristiani, quien lo forzó a negociar seriamente. La caída del comunismo a nivel internacional le daba pocas esperanzas al FMLN de seguir recibiendo el torrente de armas y municiones, así como los fondos para mantener su guerra. La Fuerza Armada cumplió su misión de defender al país y su Gobierno de la amenaza militar interna, durante más de una década. El FMLN logró varias de las concesiones mediante el uso de su habilidad diplomática, en coordinación con su accionar militar, pero no logró tomar el poder por la vía armada.


La Fuerza Aérea fue un factor decisivo a nivel táctico y operacional. Aquellas unidades del ejército que participaban en operaciones sin considerar el Apoyo Aéreo Estrecho se veían una y otra vez condenadas a la derrota. Adicionalmente, la FAS también participó en operaciones a nivel estratégico, como la recuperación de la presa, que probó una vez más la importancia del Poder Aéreo, aún en las operaciones de contrainsurgencia. Esto no significa que la FAS definió la victoria, sino que, sin la existencia de superioridad aérea, el ejército hubiera sufrido mucho más desgaste, con muchas probabilidades de una lenta derrota.


La contribución más grande que realizó la FAS durante el conflicto puede expresarse en tres términos básicos: Flexibilidad, Alcance y Concentración de Fuego. El Salvador es un país muy pequeño y superpoblado. La FAS demostró la capacidad de alcanzar, en términos de minutos, cualquier parte del país. Esto le negó cualquier oportunidad al FMLN para volver a acumular fuerzas lo suficientemente grandes como para enfrentar al ejército en iguales condiciones, forzándolo a operar en unidades pequeñas, con modalidades de guerra de guerrillas, con el concepto de Guerra Popular Prolongada (GPP). La FAS también fue capaz de adaptar las experiencias adquiridas y articular nuevas doctrinas y nuevos tipos de operaciones, así como su organización. En la mayoría de los casos se hicieron modificaciones a las aeronaves para cumplir múltiples tipos de misiones. La concentración de fuego que proporcionaban las misiones de Apoyo Aéreo Estrecho proporcionaron al ejército el poder de fuego decisivo en la mayoría de las batallas. Aunque estos efectos fueron palpables a nivel táctico, la importancia de esta superioridad táctica se convirtió en un elemento desmoralizador para el FMLN y permitió el tiempo suficiente para que el gobierno avanzara las reformas políticas y económicas.


Aquellos que consideraban la posibilidad de una victoria militar por parte de la Fuerza Armada (o del gobierno) se olvidaron de dos aspectos importantes: Primero, la lucha que librábamos era una lucha entre salvadoreños y, por lo tanto, no era posible combatir contra nosotros mismos y definir vencedor o vencido. En esta guerra, no hubo un ganador. Segundo, las causas reales de la guerra se remontaban muy atrás en la historia del país y eran de carácter político, social y económico. Pensar en una victoria militar por parte de la Fuerza Armada era simplemente pensar en la medicina equivocada. Aunque el FMLN sí podía aspirar a una victoria militar, la misión de la Fuerza Armada era contener su ataque, mientras el Gobierno realizaba los cambios hacia la eliminación de las causas del conflicto.


Después de más de doce años de lucha fratricida, 70,000 vidas salvadoreñas perdidas, una larga y profunda caída del país en lo económico y lo social, y a pesar de que pocos argumentan la justificación de la lucha insurgente, todavía nos preguntamos sobre la necesidad o justificación de los medios empleados, principalmente del escalamiento de la guerra hasta el punto en que nos convertimos en dos piezas más en el ajedrez político mundial de la recién concluida Guerra Fría. En lo personal, dos enseñanzas básicas pueden extraerse de esta dolorosa experiencia:


La primera, el papel protagónico de la Fuerza Armada, cuyo origen se remonta a los tiempos de nuestra independencia misma, una vez más evitó el descalabro del sistema institucional del Estado Salvadoreño. El FMLN estuvo muy cerca de lograr su objetivo en varias ocasiones, principalmente a principios de la década de los 80. El único obstáculo que le impidió conseguirlo fue el valor y la determinación del soldado salvadoreño, quien soportó la presión de la conspiración del bloque de países socialistas para sumir a El Salvador en un régimen que estaba a punto de extinguirse. Como militar, no me atrevo a criticar el régimen comunista, sino la forma en que el FMLN trató de introducirlo al país, la cual se vio confrontada con la misión de la Fuerza Armada durante todo el conflicto.


La segunda enseñanza que creo podemos extraer de estos doce años de guerra es que, una vez que un conflicto ha escalado hasta ciertos niveles de lucha en el ámbito militar, es muy difícil retroceder para cualquiera de las partes. Los compromisos adquiridos y los objetivos trazados, sumados a las presiones psicológicas que se producen durante las campañas, forzaron a las partes a evadir una salida negociada, ya que ésta generalmente representa un signo de debilidad. En otras palabras, mientras las dos partes consideren posible el logro del objetivo propuesto, no vacilarán en utilizar todos los medios disponibles para alcanzarlo. Es necesario que una de las partes (o las dos) se dé cuenta que está en o cerca de alcanzar un “punto culminante” que lo deje en desventaja relativa, como para considerar la opción de la negociación. Es muy cierto que el FMLN pudo haber continuado la lucha insurgente, de no haberse alcanzado los acuerdos. Pero después de la caída del comunismo internacional, el FMLN sabía que nunca más tendría la capacidad militar alcanzada gracias al flujo de armas, municiones, equipo, adiestramiento y apoyo económico que le proporcionaba la comunidad de países socialistas. La continuación de su lucha significaría solamente un retroceso a las condiciones en que se encontraba durante la década de los 70.


Nos encontramos a sólo cinco años de haber firmado los acuerdos de paz. En varias partes del mundo, la opinión internacional elogia el proceso de paz que logró dichos acuerdos y la forma en que el país adoptó los cambios. Sin embargo, es importante que recordemos las causas que iniciaron el conflicto (algunas de ellas todavía permanecen latentes), su escalamiento y lo más importante, el precio que el pueblo salvadoreño pagó por la testarudez de algunos y por las ambiciones de poder de otros.



NOTAS:

1. Ministerio de Educación. Historia de El Salvador (Tomo II). Primera Edición; Gobierno de El Salvador. 1994; p. 247.

2. Ib. 253.

3. Marco Antonio Grande. “Dialéctica y Desarrollo del FMLN.” Revista Análisis; No. 5; ano I; mayo de 1994. Marco Antonio Grande es un excomandante en los niveles medios de una de las organizaciones que conformaban el FMLN.

4. Ministerio de Educación. Historia de El Salvador (Tomo II). Primera Edición; Gobierno de El Salvador.

5. Ministerio de Educación. Historia de El Salvador (Tomo II). Primera Edición; Gobierno de El Salvador; 1994; p. 252.

6. Marco Antonio Grande. “Dialéctica y Desarrollo del FMLN.” Revista Análisis; No. 5; año I; mayo de 1994.

7. El Diario de Hoy. San Salvador, 30 de junio de 1984.

8. Comandancia General del FMLN; “Concepción militar”; Documento incautado al FMLN, probablemente escrito a finales de la década de los 80.

9. Nidia Díaz, seudónimo de Marta Valladares, Exmiembro de la cúpula del FMLN y ahora se desempeña como diputada de la Asamblea Legislativa.

10. Comandancia General del FMLN; “concepción militar”; Documento incautado al FMLN, probablemente escrito a finales de la década de los 80.

11. Ib.

12. “El Conflicto Salvadoreño;” La Prensa Gráfica, San Salvador, 1993.

13. Naciones Unidas; “Acuerdos de El Salvador: En el Camino de la Paz;” 16 de enero de 1992.

14. El Diario de Hoy; San Salvador, 4 de mayo de 1993.

15. El Diario de Hoy; San Salvador, 4 de mayo de 1993.

16. Los Convenios de Ginebra y protocolos adicionales, así como los Convenios de La Haya contemplan requisitos para su aplicabilidad sobre milicias, movimientos de resistencia, y casos de conflicto no internacional. Ver por ejemplo los art. 3 y 13 de Ginebra I y II; el art. 3 y 4 de Ginebra III; y el art. 3 de Ginebra IV.


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